En el Centro de Ciencias de la Atmósfera (CCA) y en el Instituto de Investigaciones Biomédicas (IIB) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), un equipo de especialistas determinará —mediante el uso de modelos animales— el efecto de agentes contaminantes en el sistema inmunológico y su relación con el cáncer de mama.
Los contaminantes bajo análisis son conocidos con el nombre de disruptores endocrinos o alteradores hormonales, algunos ejemplos son los hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP), ftalatos y bisfenoles (BPA), que son factores químicos de riesgo asociados al desarrollo de tumores, especialmente en el sistema reproductivo.
La doctora Karen Nava Castro, investigadora del CCA y colaboradora de este proyecto liderado por el doctor Jorge Morales Montor, del IIB, explicó para la Agencia Informativa Conacyt los daños que ocasionan estos compuestos en la salud humana.
Un modelo animal para confirmar sospechas
Esta línea de investigación surgió cuando el doctor Morales Montor, del IIB, estudiaba la regulación hormonal de las infecciones parasitarias, posteriormente el trabajo evolucionó hasta obtener nuevas vertientes.
Uno de estos nuevos enfoques al trabajo inicial del investigador fue determinar el efecto de las hormonas sobre el sistema inmune, vertiente en la cual dio continuidad la doctora Nava Castro.
“Si quieres estudiar el sistema inmune, tienes que hacerlo desde una condición donde el sistema se active, ya sea en una infección parasitaria, viral o en un modelo de cáncer donde tienes una respuesta inmune que está atacando a un tumor”, explicó.
Así fue como comenzaron a trabajar con el modelo murino de tumores mamarios con la línea 4T1, que consiste en inyectar a ratones recién nacidos una dosis de BPA o ftalato.
Después de aplicar la dosis, se deja crecer los roedores hasta la edad adulta, donde ya alcanzada la madurez sexual se les inyecta en la mama la línea celular 4T1 esperando que desarrollen el tumor.
Químicos dañinos
De acuerdo con la especialista, los disruptores endocrinos están presentes en prácticamente todos los insumos que utilizamos, como cremas, perfumes, desodorantes o recipientes herméticos para comida, pero también son emitidos a la atmósfera durante las actividades humanas cotidianas.
Especialmente los ftalatos y los HAP causan mayor interés en los investigadores porque se trata de compuestos que respiramos todos los días por su asociación a las partículas suspendidas.
De manera particular, los ftalatos son utilizados como plastificadores, mientras que los HAP se generan mediante la combustión incompleta de carbón, petróleo, gas, madera, basura y otras sustancias orgánicas como el humo del tabaco.
Como ejemplo, fumar un cigarro produce una ingesta de veinte a cuarenta nanogramos de benzopireno, un HAP potencialmente carcinógeno y cuya exposición en humanos está asociada a cáncer de pulmón, vejiga, esófago, labio, boca, faringe, melanoma y sistema linfático.
“Estas partículas están en el ambiente, nosotros estamos expuestos todo el tiempo y las respiramos, las comemos y también nos untamos de estos contaminantes inconscientemente”, explicó.
¿Cómo se asocian al cáncer de mama?
De acuerdo con la especialista, la carga genética es un factor importante para que las personas desarrollen cáncer de mama; sin embargo, este padecimiento también puede verse modulado por la exposición a contaminantes, sobre todo en las grandes urbes.
“En las grandes ciudades existen otros factores como el estrés que, además de los contaminantes, hace más vulnerable a la población para desarrollar enfermedades como los diferentes tipos de cáncer que conocemos”.
Así, el sistema inmunológico —que se encarga de defender al organismo de bacterias y virus— también controla el crecimiento de células tumorales, reguladas igualmente por hormonas.
Por esta razón, la especialista destacó la interacción que hay entre estos contaminantes y el sistema endocrino, ya que estructuralmente se adhieren a los receptores hormonales del organismo e impactan la respuesta inmune, que se asocia con el desarrollo de granulomas.
“Todos estos compuestos están presentes en la atmósfera y estructuralmente son parecidos a las hormonas, tienen toda la capacidad de pegarse a receptores hormonales y, por lo tanto, serían potencialmente moduladores de la respuesta inmune”.
En búsqueda de más explicaciones
Karen Nava Castro explicó que los tumores de los ratones que expusieron tanto a BPA como a ftalato son más grandes y aparentemente tienen mayor metástasis a pulmón —que es uno de los tejidos blanco de la metástasis en cáncer de mama— que los ratones que no recibieron ningún tratamiento.
“Nuestra hipótesis es que el compuesto de alguna forma altera el funcionamiento de las células del sistema inmune desde el momento de la aplicación. De modo que cuando son adultos, estos mecanismos de defensa funcionan de manera diferente. La idea es que la reacción sea similar a la que puede tener un humano expuesto a estos compuestos”.
Lo que estudian ahora los especialistas de la UNAM son los mecanismos por los cuales estos compuestos alteran la respuesta inmune, no solo en el modelo in vivo, y el siguiente paso de esta investigación es explicar por qué los tumores son más grandes.
Además, la investigadora señaló que el impacto de estos compuestos químicos es sobre el sistema inmune, por lo que puede impactar al desarrollo o complicación de cualquier enfermedad, pero ellos se han enfocado en el aspecto del cáncer de mama.
“Aún es poca la investigación que se realiza en este rubro en México; sin embargo, es necesario que se abran más vertientes de estudio a otras áreas de contaminación en México, como del agua o la tierra, para conocer del riesgo existente y poner en la mesa soluciones que puedan ser aplicadas eficientemente”.