En 1817, James Parkinson, un cirujano inglés interesado en la geología y paleontología, publicó su Ensayo sobre la parálisis agitante. En él describe un padecimiento que posteriormente llevaría su nombre: la Enfermedad de Parkinson.
Conocida también como Mal de Parkinson, es un trastorno del sistema nervioso central que afecta el movimiento. Ocurre cuando las neuronas no producen suficiente dopamina, una sustancia muy importante para el funcionamiento del cerebro.
En el desarrollo de la enfermedad de Parkinson intervienen muchas zonas del cerebro. Sin embargo, los síntomas más frecuentes ocurren como consecuencia de la pérdida de neuronas de un área del cerebro conocida como sustancia negra. “Los estudios demuestran que la mayoría de las personas con Parkinson han perdido un 60 a 80 por ciento o más de las células productoras de dopamina en la sustancia negra en el momento de la aparición de los síntomas”.
La Enfermedad de Parkinson es crónica e incurable, es decir, que persiste y sus síntomas empeoran con el tiempo. Generalmente, comienzan lentamente en uno de los lados del cuerpo, para luego afectar ambos. Entre los síntomas se encuentran temblores en cara, mandíbula, manos, brazos y piernas; lentitud en los movimientos; problemas de equilibrio y coordinación; y rigidez en las extremidades y el tronco.
Aunque fue descrita en ese año, se conocen referencias a enfermedades con síntomas parecidos en documentos egipcios, bíblicos, de la India clásica, en textos de Galeno, entre otras.
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