Durante la Edad Media, las enfermedades infecciosas causaron estragos y terror entre la sociedad de la época. Dos de ellas, curiosamente causadas por bacterias del género Mycobacterium (M. tuberculosis y M. leprae): la tuberculosis y la lepra.
A lo largo de la época medieval, a los leprosos se les separa y aísla de la sociedad dentro de los miles de leprosarios que proliferaron en las márgenes de las ciudades europeas. Aunque pueden salir de ellos, son obligados al estigma: utilizan un hábito con sombrero y capucha y deben avisar de su presencia a los demás, ya sea sonando una campana de mano o una especie de tablillas de madera llamadas carracas.
Hacia el final de la edad media, la lepra se reduce progresivamente. Sin embargo, el estigma hacia quienes padecen esta enfermedad se mantiene a lo largo del tiempo, como da cuenta la gran cantidad de representaciones de leprosos en el arte, e incluso hoy en día existe discriminación y estigma hacia quienes padecen lepra.
En México, entre 1989 y 2017, la lepra disminuyó 97%, al pasar de 16 mil 694 a 412 casos; concentrándose el mayor número en Guerrero, Jalisco, Oaxaca, Sinaloa y Michoacán.
El número de casos nuevos a nivel país fue de 140, es decir, una tasa de incidencia de 0.113 por cada 10 mil habitantes. Desde 1994 México logró abatir la lepra como problema de salud pública, al alcanzar la meta de la Organización Mundial de la Salud de menos de 1 caso por cada 10 mil habitantes.