• “Si a un enfermo le producirá depresión saber que tiene el gen del Alzheimer ¿es necesario darle esa información?”, uno de los dilemas éticos planteados ante la medicina genómica
  • Concluye el Día de la genómica. Enfermedades psiquiátricas, jornada de encuentro entre expertos mexicanos y extranjeros
  • No se debe intervenir en embriones para modificar sus cargas genéticas, recomiendan organismos internacionales de salud

A pesar de que los genes reporten la predisposición a una enfermedad, “gen no es destino”, aseguró el doctor Francisco Pellicer Graham, del Instituto Nacional de Psiquiatría “Ramón de la Fuente Muñiz” (INPRFM).

“Cuando hay 80 por ciento de posibilidades que la descendencia desarrolle una patología, es necesario que el paciente decida por sí mismo tener o no tener hijos. Pero hay un factor maravilloso: aunque yo tuviera predeterminación a la diabetes porque mi padre y mi madre la tienen, si me cuido puedo evitar que se desarrolle en mi cuerpo”, indicó el médico.

Las consecuencias que tiene para un paciente de trastorno mental y para su familia conocer su genómica fue la materia del debate entre expertos de psiquiatría y neuroética que cerró el encuentro multidisciplinario Día de la genómica. Enfermedades psiquiátricas.

En el panel “Neuroética y genómica psiquiátrica”, último de la jornada de intercambio científico y de reflexiones convocada por el Instituto Nacional de Medicina Genómica (Inmegen) y el Instituto Nacional de Psiquiatría “Ramón de la Fuente Muñiz” (INPRFM), Pellicer Graham señaló que la discusión sobre lo ético en el tratamiento de los trastornos mentales tiene matices especiales porque en un paciente deprimido, lo que está alterado son las emociones y éstas no pueden medirse con parámetros tan claros como el nivel de azúcar en la sangre o la presión arterial.

“Un paciente deprimido, cuando recibe medicamento, se restituye; los médicos dan chochos para que la gente se sienta mejor y lo logran; y dan terapia de electrochoques para que el paciente se sienta mejor, pero habrá mejores cosas después; hay que reflexionar sobre lo que es óptimo para el paciente. La tecnología no hace bien ni deteriora; es el uso que se le da lo que determina si hace bien o mal a las personas”.

A su vez, la doctora Karen Herrera Ferrá, presidenta de la Asociación Mexicana de Neuroética, planteó los siguientes dilemas:

“Si a un enfermo, saber la genómica que tiene de enfermedad de Alzheimer le producirá un trastorno mental como una depresión, ¿es necesario darle esa información? ¿Qué debe hacerse con los resultados falsos positivos? ¿Y los falsos negativos?”, preguntó.

Herrera Ferrá dijo que en el modelo paternalista de atención médica que se desarrolla en México “el médico cree saber lo que es mejor para el paciente sin contar con su opinión ni la de su familia”. Esa conducta es un reto también para las consideraciones de la neuroética, subrayó.

Al diálogo de expertos se sumó el doctor Simón Kawa Karasik, director general de Coordinación de los Institutos Nacionales de Salud, al señalar que a partir de los años 70 comenzó a surgir la bioética por la necesidad de establecer un puente entre ciencias, tecnologías y humanidades que parecían estar separándose. Aseguró que hoy la búsqueda científica debe buscar que los beneficios de la ciencia y la tecnología sirvan a la sociedad en su conjunto pero, también, de manera individual a las personas que tienen condiciones de vulnerabilidad.

Puso en claro que las recomendaciones de los organismos internacionales indican que no se debe intervenir en embriones para modificar sus cargas genéticas. Al hablar sobre la llamada “normalidad”, puso como ejemplo que en los casos en que se trata de características de definición de sexo de un ser aún no nacido, está prohibida “cualquier intervención para corregir características en busca de la llamada normalidad; únicamente está permitido salvar la integridad de un feto”.

Por su parte, la maestra Garbiñe Saruwatari Zavala, del Inmegen, precisó que el marco legal mexicano incluyó en 2013 la definición que la Organización Mundial de la Salud acuñó para relevar aquella que decía que la salud era solo la ausencia de enfermedad. El nuevo concepto considera que se trata de un “estado de completo bienestar físico, mental y social”, de modo que los derechos de los pacientes con trastornos mentales y del comportamiento están consagrados también, e incluyen no tener intervenciones irreversibles y contar con un plan prescrito en forma individual para el tratamiento.

“Así que la ética en la atención a los pacientes con trastornos psiquiátricos también consiste en la salvaguarda de sus derechos”.

El moderador del panel, Enrique Chávez León, presidente de la Asociación Psiquiátrica Mexicana, animó la discusión de los panelistas pidiéndoles explicar al público la forma en que se han descubierto las partes del cerebro que intervienen en la construcción de juicios y opiniones, o cómo fue sacada la homosexualidad del listado de trastornos mentales por medio de una votación entre los miembros de la Asociación Americana de Psiquiatría que terminó 51-49.