De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), la adicción a los videojuegos puede volverse un desorden de salud mental.
Néstor Jésus Urióstegui Galindo, es un joven jojutlense, de 18 años de edad, que reconoce que desde los 12 es adicto a los videojuegos. Todo comenzó cuando le regalaron una tableta electrónica.
Declaró que tiene muchos amigos que se la pasan jugando en computadora por horas; empiezan entre las nueve de la noche y terminan hasta las cuatro de la mañana, o a veces, de plano no duermen, por estar jugando, y llegan con ojos ojerosos y con mucho sueño a clases.
Consideró que está mal que haya madres de familia que entregan celulares a sus hijos, cuando tienen apenas un año y meses y que ya desde chiquitos se empiezan a enviciar.
Reconoció que la convivencia con su familia se ha deteriorado, pues en las reuniones, prefiere jugar que platicar con sus allegados, y lo mismo le pasa a sus amigos que, incluso han dejado a sus novias por el juego.
Por su parte, la sicóloga Olga Valerio mencionó que desde la década de los 70s, en los Estados Unidos, los videojuegos cobraron mucha popularidad y en la actualidad, el “Desorden Gamer”, ya está dentro del catálogo de enfermedades mentales.
Manifestó que es un tema controversial, que ha traído la discusión a la academia, diciendo si hay un problema, o es más bien un estilo de crianza, es decir es un problema de los papás no de los niños.
Expresó que tampoco es culpa de los papás, es culpa de este sistema neoliberal que nos tiene trabajando todo el día y a todas horas.
Jugar puede convertirse en un problema que no podemos dejar pasar, generando una adicción a los videojuegos y que tienen graves consecuencias en el rendimiento, en la socialización y bienestar de los niños, dijo.