Conacyt- De textura crujiente, a simple vista parece otra golosina más: tiene un relleno dulce entre dos galletas, similar a los productos ‘chatarra’, pero en cambio este alimento funcional aporta nutrientes, está elaborado con semillas y ya demostró ser del gusto de los niños del sur de Jalisco.
La doctora Carmen Livier García Flores, profesora de la licenciatura en nutrición del Centro Universitario de la Costa Sur (CUCSur), en Autlán de Navarro, Jalisco, participa en un proyecto para elaborar un producto a base de chía y amaranto que mantiene las propiedades de esas semillas, y con este busca ofrecer una alternativa saludable ante la problemática de la comida chatarra entre los niños.
“Todo surge por lo que hemos visto en un grupo de trabajo con otras maestras al revisar que en la alimentación infantil tenemos poca disponibilidad de alimentos saludables para niños, la mayoría de los productos, coincidimos, son ricos en azúcares, ya sea sólidos o líquidos, y otros incluyen muchas grasas”, menciona.
Además de la doctora García Flores, en el proyecto también colaboraron las maestras Esther Alejandra Salazar, Itza Carmina Salazar, Alba Hernández García y Cristina Fabiola González, todas investigadoras del Centro Universitario de la Costa Sur.
Junto con ese grupo de trabajo se decidió resaltar el uso de semillas como la chía y el amaranto que, además de ser considerados alimentos funcionales, también representan el consumo que se realizaba en antiguas sociedades del país, añade García Flores.
La doctora explica que aunque existe un auge en el consumo de estas semillas, el éxito no se replica en la población infantil, por lo que se optó por diseñar alternativas alimenticias enfocadas en este sector, lo que derivó en el desarrollo de un postre de galleta elaborado a base de amaranto, manzana, chía y chocolate amargo.
El producto está compuesto por una base de galleta hecha con amaranto, un relleno de manzana con chía que mantiene hidratada la semilla, así se conserva su fibra y se evita que se pierdan los ácidos grasos, como los omegas; para que la golosina sea atractiva para los niños, la galleta es cubierta por una fina capa de chocolate semiamargo.
“De esta manera logramos que sea atractivo para los niños. Sabemos que de nada sirve que tengamos un alimento 100 por ciento funcional y nutritivo y que para el niño no sea atractivo”, relata.
Estas galletas pesan entre 17 y 20 gramos, aportan 70 calorías, un gramo de proteína, 4.5 gramos de grasa total y dos de grasa saturada, explica la doctora. El producto también tiene dos gramos de fibra por cada galleta y 10 miligramos de sodio.
En el caso de los omegas, aporta ácidos grasos, como el oleico que aproximadamente oscila los 2.2 gramos, el linoleico con 54 miligramos y el linolénico con 18 miligramos: “Estamos hablando de una galleta que da un buen aporte de este tipo de ácidos grasos al día”.
A los niños les gusta
Para poner a prueba esta golosina saludable, la doctora acudió a dos escuelas primarias de Autlán de Navarro, donde, con el aval de padres de familia, dio muestras de esta galleta a los alumnos de entre seis y 11 años. Luego de evaluar los resultados, se demostró que este producto tenía un alto grado de aceptación entre la población infantil.
“Realizamos una prueba hedónica facial sensorial para que los niños identificaran cuatro características de la galleta: color, olor, sabor y textura, con una escala de ‘no me gusta nada’ a ‘me gusta mucho’, encontrando que esta última respuesta fue la que tuvo mayor frecuencia en todos los aspectos”, explica la investigadora.
La prueba fue aplicada a aproximadamente 346 niños de estas dos escuelas de Autlán; la doctora señala que los padres de familia de los niños también mostraron aceptación al consumo de ese producto e incluso preguntaron dónde se podría conseguir este tipo de alimentos funcionales.
Otra de las ventajas de este alimento es su producción económica, además de que puede ser una alternativa libre de gluten para las personas que son intolerantes a este compuesto. García Flores explica que también se dio una prueba de este alimento a los adultos y ellos también mostraron aceptación, solo recomendaron una opción alterna sin la capa de chocolate.
Competencia contra comida chatarra
La doctora menciona que a un mediano plazo trabajará en posicionar el producto en el mercado para que este compita con los alimentos chatarra que se ofrecen cerca de las escuelas, ya que considera que este postre funcional puede ser una alternativa de alimentación más saludable y cuenta con el aval del gusto de los niños.
“Lo hemos visualizado como un producto que se pudiera incluir en las escuelas primarias y que fuera competencia de algunos productos no nutritivos, sabemos que hoy en día no existen acuerdos claros que definan todos los alimentos y bebidas consideradas chatarra que se puedan vender en escuelas y nosotros podríamos ser la competencia”.
Esta investigadora del CUCSur bromea al señalar que aún no definen un nombre, pero buscarán una opción que no contenga las palabras amaranto o chía, pues considera que el uso de esos nombres se relaciona con la alimentación sana, y aunque es cierto, esa situación puede no ser llamativa para un público infantil acostumbrado a productos chatarra.
Para el diseño de este producto se contempló contar con fácil acceso a la compra de la materia prima, en este caso el amaranto y la chía, dos semillas que se obtienen con facilidad en la región donde se ubica Autlán de Navarro, detalla la investigadora.