Conacyt- “A partir de 2009 empecé a estudiar a las princesas, después de decidir enfocarme a las audiencias infantiles. Escogí este tema porque es un producto atemporal, no va a desaparecer del ambiente o del contexto de las niñas”.
La doctora en estudios humanísticos por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), Carla Maeda, ha dedicado gran parte de su carrera como investigadora a analizar el impacto que las princesas de dibujos animados tienen sobre las niñas.
“La primera parte de la investigación consistió en analizar la representación de la mujer, pero únicamente me quedé con los papeles de la princesa y de la bruja. Esto porque me interesaba saber cuáles eran las cualidades que Disney otorgaba a una mujer catalogada como buena y a la supuestamente mala”.
Los resultados de dicha investigación concluyeron que las “mujeres buenas” estaban dedicadas al ámbito personal, orientadas al amor, al matrimonio y la maternidad. Por otro lado, la “mujer mala” —principalmente en el papel de bruja o madrastra— es una persona sin pareja y sin interés por tenerla, prefiriendo el poder económico y político.
“Me llama la atención que las mujeres que quieren tener poder, incluso para gobernar, sean representadas como malas. Y, por el contrario, las buenas tienen el amor como única motivación para actuar, o sea, es su objetivo principal”.
Las princesas desde lo físico, psicológico y sociológico
La investigadora del ITESM asegura que las niñas son críticas en el consumo de las princesas como producto.
Dentro del estudio realizado por Carla Maeda se incluyen tres perfiles de análisis hacia las princesas: físico, psicológico y sociológico. Estas agrupaciones buscan encontrar características en cada una de las princesas, para así hacer relaciones entre la totalidad de personajes estudiados.
“En lo físico analicé la edad, el color de piel y ojos, la complexión, la vestimenta; en el psicológico me enfoqué en su forma de ser, en cómo reacciona ante problemas, sus intereses, sus motivaciones; y en el sociológico analicé sus relaciones sociales, sus relaciones paternas y maternas, con el príncipe. También vi qué era lo que los demás personajes decían sobre estos factores de la princesa”.
Una vez catalogadas dentro de su respectivo perfil, las similitudes y patrones comenzaron a resaltar en las tres cuestiones estudiadas, ya que muchas de las características se repetían entre una princesa y otra, ya fuera desde lo físico hasta la línea narrativa. Ante esto, optó por identificarlas en cuatro categorías.
De bellas durmientes a princesas guerreras
“Están primero las bellas durmientes, que son de belleza angelical, inocentes y todas de piel blanca. Están orientadas totalmente al amor y al matrimonio, son personajes planos. Nunca cambian sus metas, principalmente encontrar el amor verdadero”.
Las princesas dentro de esta categoría incluyen a Blancanieves (1937), a la Cenicienta (1950) y a la Bella Durmiente (1959).
“Después vienen las que yo llamo ‘las despeinadas’, que vienen a partir de 1989. No hubo princesas desde 1959 hasta 1989, hasta que llegó Ariel. Ella es la primera de esta categoría, donde ya hay de piel morena y que en lo físico se avanza un poco. La narrativa es muy similar entre ellas, porque la mayoría están encerradas en algún sitio y quieren salir al mundo”.
‘Las despeinadas’ no piensan en el amor romántico como una meta, sino en cambiar su vida. Además, la vestimenta es más descubierta y, de acuerdo a Carla Maeda, sus movimientos comienzan a ser más sensuales. Entre ellas están Ariel (1989), Bella (1991) y Jazmín (1992).
“Luego vienen ‘las guerreras’, que empiezan con Pocahontas. Ellas son diferentes a las otras, principalmente en el aspecto psicológico: se enojan, gritan, tienen su carácter. Pareciera ser que las princesas nuevas se parecen a las brujas, porque tienen metas fuera del amor romántico. Ellas encuentran en el camino a un príncipe, pero no cambian su objetivo inicial. Al final, cumplen sus metas personales, pero también consiguen un matrimonio o relación”.
Objetos asociados a las princesas
“Si hablamos de las ‘bellas durmientes’, encontramos objetos relacionados con las actividades domésticas, como la escoba, el trapeador. Las otras poseen objetos que no las definen más allá de sus prendas y vestuarios”.
Años más tarde, los personajes pasarían a tener nuevamente objetos que las definieran, pero con una connotación distinta a las actividades estereotípicas de los papeles femeninos.
“Tenemos a Diana, que es una princesa que aparece con utensilios de cocina frecuentemente, pero con la gran diferencia de que es una actividad remunerada. También Mulan, que tiene que vestirse de hombre, así que aparece con objetos masculinos, como armas, armaduras, entonces los objetos van marcando estos cambios”.