México es uno de los primeros países megadiversos del planeta, los cuales se caracterizan por poseer casi 70 por ciento de la diversidad mundial de flora y fauna. Según datos de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), nuestro país alberga 23 mil 424 especies de plantas y dos mil 954 especies de animales.
Entre la gran diversidad de plantas destaca un género de suma importancia para el país, pero que poca gente conoce, se trata de Echeveria, perteneciente a la familia botánica Crassulaceae. México posee poco más de 80 por ciento de las 140 especies pertenecientes a este género; algunas de ellas son conocidas como siemprevivas, conchitas u orejas de burro.
En el Instituto de Biología (IB) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), se está llevando a cabo el proyecto Iniciativa interdisciplinaria para el aprovechamiento sustentable del género Echeveria (Crassulaceae), plantas con potencial hortícola para la producción en áreas rurales de México, a cargo del doctor en ciencias Francisco Vergara Silva. Este proyecto cuenta con financiamiento del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) a través de la Convocatoria de Proyectos de Desarrollo Científico para Atender Problemas Nacionales.
Vergara Silva es investigador del Instituto de Biología de la UNAM y miembro nivel I del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), estudia la clasificación y evolución de plantas mexicanas, así como aspectos históricos y antropológicos de su diversidad, tanto en colecciones científicas como en el campo.
En entrevista con la Agencia Informativa Conacyt, el biólogo Jerónimo Reyes Santiago, curador de la Colección Nacional de Crasuláceas del Jardín Botánico de la UNAM, y el maestro en ciencias Jorge Escutia Sánchez, hablaron sobre este proyecto en el que, además de la participación de científicos especialistas en taxonomía y filogenética de plantas de México, se colabora con productores hortícolas nacionales.
Escutia Sánchez menciona que el proyecto consiste en la producción de miles de semillas y plántulas que son enviadas a viveros rurales con la extensión suficiente para producir las crasuláceas. En esos viveros el personal recibe una capacitación que va desde enseñarles los nombres científicos de las plantas, hasta los procedimientos adecuados para su cultivo y multiplicación.
Existen cuatro viveros en donde se están produciendo especies del género Echeveria: San Miguel Totolcingo y Villa Guerrero, en el Estado de México, así como San Pedro Nopala y Cuicatlán, en Oaxaca. En los dos últimos, la producción se limita a las plantas que se dan naturalmente en la región, con la idea de obtener especímenes con certificación del lugar de origen, algo similar a lo que ocurre con la denominación de origen de algunos productos como el tequila o el mezcal.
El aporte de la ciencia
Parte de la información generada por el proyecto de Problemas Nacionales se difunde a través de la página web de Itavi y un canal de YouTube. Esta plataforma digital forma parte de los productos generados durante el proyecto, con el aval de la UNAM y el Conacyt.
Los beneficios que se obtienen al comprar a través de la tienda Itavi es que las plantas se encuentran debidamente identificadas taxonómicamente, cuentan con cruzas dirigidas que las hacen resistentes a condiciones ambientales específicas. También se garantiza la salud de las plantas, incluyendo la ausencia de plagas, así como su legalidad.
Reyes Santiago mencionó que la comercialización de plantas bajo este esquema pretende que estas adquieran un valor económico y ecológico agregado, y que se forme entre la población un vínculo ligado a la identidad del país. Si las personas comprenden el origen de estas plantas, podrían sentirse orgullosas de tenerlas en casa —continúa el botánico de la UNAM— y podrían concientizarse sobre la importancia de su conservación.
Hoy en día, como sucede con muchos otros grupos de plantas de México, “no hay manera de conservar las plantas de Echeveria si no se ligan el estudio, la conservación y el aprovechamiento comercial (…) Si no hay un uso para la planta, habrá destrucción, y no solo es en México, es en el mundo entero. Lamentablemente se necesita dar un valor económico a la planta para que se le dé valor ecológico”, expresó el investigador Reyes Santiago.
La venta de las crasuláceas no solo promueve la conservación de las especies, sino que adicionalmente podría colaborar en la generación de beneficios sociales. Por ejemplo, las ganancias obtenidas de los viveros de Oaxaca ayudan a solventar gastos de escuelas y reparar las tuberías de agua del pueblo, así como retener a los jóvenes que dejan a sus familias para ir a buscar empleo en los Estados Unidos, incluso como productores de las mismas plantas que se dan naturalmente en su tierra. Estas interacciones entre procesos de investigación biológica y dinámicas socioculturales en zonas rurales del país son también de interés para científicos sociales, como etnógrafos del sureste de México e historiadores ambientales.
“¿Qué hacen los mexicanos en el extranjero produciendo plantas de su país y de sus pueblos? ¿No es ridículo? Si ya tenemos conocimiento, lo único que necesitamos es infraestructura y un concepto. Ya lo conseguimos y está funcionando de una manera extraordinaria”, afirmó Reyes Santiago.
No solo son bonitas
Estas plantas poseen gran belleza, por lo que se usan como ornamento, pero también tienen efectos benéficos para el ser humano que habita las megalópolis. Según la doctora Margarita Collazo Ortega, académica de la Facultad de Ciencias de la UNAM, estudios realizados en diferentes puntos de la Ciudad de México han arrojado que especies del género Echeveria son capaces de capturar metales pesados del ambiente y depositarlos en su cuerpo vegetal sin sufrir afectaciones.
“Los metales que estamos midiendo en las plantas son plomo, mercurio, arsénico, selenio, cadmio, bario y cromo, principalmente. Haber escogido metales pesados se basó en (…) su potencial de provocar enfermedades en las personas (…) La ventaja de (las especies de) Echeveria es que se pueden plantar y servir como retén de esos contaminantes”, concluyó Collazo Ortega.
Agencia Informativa Conacyt