La decisión de elevar a categoría de ciudad y otorgarle el apelativo “De Juárez”, fue una decisión cupular, de poder, del entonces gobernador de Morelos, Francisco Leyva Arciniegas y no a petición de sus habitantes, aseguró el integrante del consejo de cronistas municipal, Julián Vences Camacho.
En la sesión solemne de cabildo realizada este lunes en el zócalo, con motivo de ese acontecimiento (donde además se develó una placa), Vences Camacho, hizo la reseña histórica del decreto, que elevó a rango de ciudad a la Villa de Jojutla.
“…El 15 de mayo de 1873, por voluntad personal envuelta en legalidad, el gobernador Francisco Leyva, secundó e hizo saber al pueblo de Morelos, que por decreto del Congreso, el apellido Juárez se aposenta en Jojutla y en adelante, la Villa del Arcángel San Miguel obtiene el rango de Ciudad”.
Y resaltó: “Lo anterior no fue solicitado ni por el presidente municipal de ese año, que se llamaba Norberto Rosas, ni por ciudadanos, como aquella vez, cuando veintisiete años atrás, veinticinco jojutlenses solicitaron por escrito la creación del municipio”.
El decreto que hoy recordamos, prosiguió, fue fraguado en las alturas. No conocemos datos, ni para aseverar que la decisión vertical fue acogida con mayoritario y patriótico entusiasmo, ni que fue objeto de multitudinarias repulsas. “Todo indica que la aprobación o rechazo del decreto fue asunto de una minoría, “gente de razón” le llamaban en ese entonces. Para la gran mayoría de pobladores, indígenas, por cierto, el decreto no fue asunto de su incumbencia”.
Sostuvo que “hubo quienes al decreto lo trataron con el látigo del desprecio y omisión”, como el presbítero Agapito Mateo Minos.
Consideró que “algún resabio inconsciente de molestia hacia el decreto”, debió pesar, cuando el nombre del gobernador juarista, Francisco Leyva, se asignó a la última calle de Jojutla por el lado Oriente; “calle que por décadas albergó la zona de tolerancia, sede de pujantes prostíbulos, que fueron reubicados a las orillas del Jojutla de 1987”.
El cronista aprovechó para cuestionar a los gobernantes de hoy, pues antes duraban sólo un año en el cargo, que era honorífico, además de que “despachaban desde temprana hora”.
También cuestionó que “en aras del progreso, modernidad y el desarrollo, el Jojutla de calles céntricas empedradas, frescas casas con muros de adobe y techos de teja, cedió el paso a calientes avenidas y edificaciones de cemento y acero. Decenas de empresas pequeñas y medianas, otrora propiedad de jojutlenses, desaparecieron; su lugar lo ocupan hoy empresas encadenadas cuyos dueños nadie de aquí conoce”.
Además, “el cultivo y procesamiento del arroz languidecen. La mancha urbana devora tierras de cultivo. Más y más propiedades se convierten en estacionamientos para vehículos”.
“Pero no todo es de lamentarse. En Jojutla tenemos decenas de hombres y mujeres que han puesto y ponen el nombre de Jojutla en alto”, concluyó.