Los rollos de zarza que llevan sobre sus hombros, durante la procesión de las tres caídas del viernes santo, pesan entre 60 y 90 kilos. Descalzos, realizan el recorrido de aproximadamente 3 kilómetros, bajo un sol inclemente de alrededor de 33 grados y pisando fuerte sobre las calles empedradas de Taxco. Acostumbran cubrir su rostro para ocultar su identidad, porque lo importante es la penitencia, no el ser identificados o reconocidos por su sacrificio corporal.
Los 13 penitentes participantes en esta tradicional procesión parecen tener el temple que pone a prueba su fortaleza, su resistencia física y su espiritualidad. Peregrinan en fila india junto a la imagen del nazareno y son auxiliados por dos personas, una en cada extremo, que están al pendiente de cualquier eventualidad que pudiera presentarse.
Al final del recorrido, se congregan en la parte trasera del templo del exconvento para dar gracias por haber finalizado su manda y juntos, oran y recitan las oraciones propias del catolicismo.